Citas.

"La vocacion del politico de carrera es hacer de cada solucion un problema. "
Woody Allen

"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados."
Groucho Marx

"la política es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos profesionales"
Varios autores

lunes, junio 28, 2010

Pacaya

He subido dos volcanes activos en mi vida, el Strómboli y el Pacaya. Las dos veces han sido experiencias inolvidables, y en ambos casos la condición de volcán activo ha tenido relativamente poco que ver con la intensidad de las vivencias.

El año pasado, en Guatemala, tuvimos la oportunidad de subir al Pacaya. Un volcán  que ejerce algún tipo de atracción en la gente, que llega a subir por la noche para ver el resplandor de la lava a pesar del riesgo que se corre al subir por la ladera en la oscuridad. Según la programación, se podía llegar a ver la lava  simplemente con recorrer unos 200 m desde el final de la cubierta vegetal, a donde se llegaba después de una subida de una hora. Por ello cuando nuestro grupo llegó al centro de interpretación del parque natural que engloba el volcán, situado en la base, no pusimos ninguna pega para hacer la visita. Tan sólo la veterana del grupo de  ocho personas, una jurista argentina jubilada declinó la ascensión para ver la lava.

Como la subida le parecía poco a nuestro guía, ascendimos a través de un sendero que atravesaba un bosque tropical espeso. La primera parte acompañados por unas cohorte de lugareños que acudían a la caza del turista alquilando palos y caballos. Es algo con lo que hay que contar cuando se viaja a algún destino como este. Con un calor y humedad acorde a la zona (unos 24 grados / 80%) subimos durante hora y media por este sendero mientras nuestro guía nos señalaba algún que otro tipo de plantas y lo que ocasionalmente se atisbaba del paisaje. Finalmente abandonamos la ladera boscosa para encontrarnos en una cima secundaria: al fondo el volcán.



Desde ahí se podía divisar la romería que marcaba el camino a la zona eruptiva, donde se podía ver la lava saliendo de grietas en el suelo.



Y es que era domingo y el lugar en cuestión queda a unos 30 km de Guatemala ciudad. Para unirnos a la alegre comitiva de hormigas debíamos descender por una pendiente de cenizas como se ve en estas fotos.

Fijaos en la mancha de vegetación para haceros una idea de la longitud de la ladera. La primera está tomada desde casi el inicio de la bajada y la segunda desde el final. La mancha verde que se ve en la primera corresponde al punto verde que está en el centro un poco a la derecha del horizonte de la segunda foto.



Descender por esta ladera es casi como esquiar, dejarse resbalar por un suave polvo, sin miedo a coger velocidad, porque las culadas no duelen :). Cuando, media hora más tarde llegamos a la base de la ladera se hizo evidente: que habíamos bajado bastante y que todo eso lo tendríamos que subir por un terreno más agreste y que lo que también había bajado era la niebla.



El camino se hacía mucho más empinado entre fragmentos de lava afilados como cuchillas y mucha gente de desigual preparación física y diverso equipamiento: había lugareños subiendo en chanclas... de no ser por la gente esto parecería la ascensión al monte del destino por parte de Frodo y Sam.



Resultó que la lava no estaba a 200 m sino que el Pacaya, caprichoso como buen volcán, había decidido eruptar un km y medio más arriba: una hora y poco de ascensión. En algún punto, a medida que la niebla se cerraba más mi santa decidió que podría quedarse sin ver la lava y se quedó a esperarnos en un huequecillo a un lado del sendero.

Tras una media hora de ascenso y alguna caída en la que comprobamos que las rocas cortaban de verdad llegamos al lugar donde la lava salía al exterior.







Después de las consabidas fotos de rigor, empezamos a bajar, mezclada la gente que subía y bajaba a través de la niebla que cerraba el campo de visión. A todo esto mi intranquilidad iba en aumento cuando no encontraba a mi santa en ningún rincón del camino. En este punto no se veía a más de 10 metros y no podía evitar sentirme nervioso. Y es que había decidido emprender el camino de vuelta mientras se viese algo.

Una vez en la base, cerca de donde comenzaba la cubierta vegetal estábamos convencidos que no podía haber nada peor que la niebla. Empezamos el camino de descenso por un sendero bastante más fácil qeu el de la ida cuando, tras unas gotas de aviso, se abrió el grifo de una tormenta tropical como debe ser: una manta de agua que dejaba ver menos que la niebla. Sin ningún refugio, no quedaba más remedio que seguir como sopas humanas,  bajando el sendero durante otra hora más. Como mi cámara no está del todo aislada y además no se vería nada con esa cantidad de agua, no hice más fotos durante esta caminata. Seguir, seguir bajo la lluvia, avanzar casi a ciegas evitando los riacuhelos que se formaban a los lados del sendero. Y la cabrona de la lluvia no amainó hasta que ya estábamos al lado del aparcamiento. Mojados como  peces, menos mal que nuestro equipaje estaba a mano para cambiarnos dentro de la furgoneta.

A partir de ahí nos quedaba sólo una etapa del viaje: Antigua.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Una pandemia moderna: los centros de interpretación.

heptafon dijo...

Este centro de interpretación consistía en un mapa y alguna foto, no te creas.

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