Citas.

"La vocacion del politico de carrera es hacer de cada solucion un problema. "
Woody Allen

"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados."
Groucho Marx

"la política es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos profesionales"
Varios autores

viernes, febrero 10, 2012

De jueces y justicia.

Caso Garzón: si hay algo claro es que:
  •  Es un juicio político. Independientemente de que haya base para las tres causas, la contundencia tanto de la sentencia como de la pena impuesta no deja lugar a dudas.
  • Tiene una repercusión internacional que no hace mucho bien a la marca España de la que tanto se preocupa el ejecutivo. Chiste en un programa americano."Bolivia tiene ministro de marina y no tiene mar, pero no pasa nada, España tiene ministro de justicia."
Insisto en lo extraordinario del caso: para que alguien sea acusado de prevaricación en este país la tiene que liar muy gorda. Sí, más gorda que una autorización de unas escuchas en fase de instrucción, refrendadas por otro tribunal que luego pueden ser desestimadas en el juicio. Total, que el problema de España no es la corrupción: es que haya un juez que la investigue. Vale, de acuerdo, es una frase demagógica, pero no más demagógica que una buena cantidad de las utilizadas en la sentencia.   

Quedan dos causas pendientes y a buen seguro se cerrarán antes de que alguno de los que ayudó a arruinar la comunidad valenciana sea condenado. El tema de la memoria histórica me parece asimismo desmedido, pero sigue habiendo un pacto de silencio: la ley de amnistía es la ley del olvido. He oido hablar que esta democracia tiene dos pilares: dicha ley de amnistía y la constitución, según esta línea de pensamiento el juez es casi reo de lesa majestad por socavar los cimientos de la democracia.

Así están las cosas y mientras, los chorizos brindan con champán (o si acaso cava valenciano).

7 comentarios:

don´t dijo...

Desde que Aznar riñó a los alemanes por no cumplir el déficit y estos replicaron que nuestro superavit era más o menos el dinero que ellos mismos nos daban, España dejó de ser un país simpático: mas bien chulos y con mucho morro. Por unos eurillos de endeudamiento privado conseguimos entrar el PIGS por méritos propios: cerdos pero campeones. Con la operación puerto y ahora Contador, tramposos. Gracias a nuestras ilustres mentes jurídicas hemos conseguido ser directamente antipáticos. Finalmente la gallarda acción de nuestro gobierno intentando defender la marca-España frente a un programa de humor nos situa en la triple A de Gilipollas.
Menos mal que viajo poco.
6:36 PM

heptafon dijo...

gracias a lo de contador y demás, me he enterado que los guiñoles siguen en Francia.

Y no debemos olvidar al increíble Superserdo, el serdo de asero. Ser Piigs no tiene porqué ser malo.

heptafon dijo...

Pero mire ushted, estar gobernadosh por un señor que en la cumbre europea puso una cara de atontao que superaba a la de su predecesor en el cargo, puede provocar que acultemos la nacionalidad en los viajes al extranjero.

heptafon dijo...

y no es la única foto

don´t dijo...

Justicia a cualquier precio
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 11 FEB 2012 - 14:59 CET50



La justicia obtenida a cualquier precio termina no siendo justicia. Lo afirma la sentencia del Tribunal Supremo que ha condenado al juez Baltasar Garzón a una pena de inhabilitación de 11 años y a su expulsión de la carrera judicial, y ciertamente muchos ciudadanos, en España y en Latinoamérica, pueden alimentar en estos momentos la misma convicción, aunque por motivos diferentes. Habrá que suponer que el Tribunal Supremo ha emitido su fallo sin que mediara animadversión personal ni enojo corporativo, pero lo cierto es que esta decisión ha acabado con uno de los pocos símbolos de la justicia en el que confiaba una parte notable de esos ciudadanos y que esa es una noticia pésima, con un precio muy alto.

No se trata de ignorar los graves hechos atribuidos a Garzón. Según la sentencia, el juez autorizó que se intervinieran las comunicaciones entre los imputados en una importante causa por corrupción y sus abogados, sin excepción alguna y sin mención expresa de su identidad, y lo hizo, afirma el Supremo, sin que existiera ni el menor indicio de que esos abogados estaban utilizando su condición de tales para la comisión de nuevos delitos. Su convicción de que los imputados continuaban ocultando su dinero, y su temor a ver cómo personajes poderosos y ricos conseguían escapar a la investigación, no es argumento suficiente para anular el secreto de las comunicaciones ni para deteriorar el derecho a la defensa.

Pero eso no es lo que se juzgaba realmente en el Supremo, sino si la decisión de Garzón podía ser explicada por una interpretación incorrecta de las normas del derecho. No, afirman los siete magistrados, no existe otra explicación que el empeño deliberado de actuar fuera de "los medios usualmente admitidos en derecho" ni otra razón que el anhelo del juez instructor de colocar el "proceso penal español al nivel de los sistemas totalitarios", un juicio de intenciones asombroso para tan alto tribunal.

Ahí, en la clara voluntad de apreciar prevaricación, es donde se abre un agujero por el que asoman muchas dudas: ¿esa misma decisión tomada por otro juez que no fuera Baltasar Garzón hubiera merecido valoración tan severa?, ¿qué sucede con los fiscales y con los otros jueces que compartieron su decisión?

Va a resultar muy difícil que los ciudadanos no asocien la condena de Garzón a su personalidad, a su historia y a su protagonismo internacional, insufrible para una parte importante de la corporación judicial, y que el descrédito que todo ello acarrea, dentro y fuera de España, no vaya a suponer un desgaste altísimo para la justicia española en su conjunto.

La expulsión de Garzón llega, además, en un momento de fuerte desánimo social. Los ciudadanos, aplastados por una crisis formidable, llevan meses conociendo casos de corrupción que no se traducen en delitos ni se sustancian en castigo alguno, personajes del mundo económico que reciben cantidades asombrosas por gestiones desastrosas, indultos llamativos para personas poderosas y dificultades sin cuento para acabar con el fraude fiscal, el desvío de fondos públicos y las trampas de todo tipo que no se podrían llevar a cabo sin ayuda de avispados asesores legales.

Todo ello, junto a noticias sobre algunos jueces corruptos que reciben castigos inexplicablemente ligeros por embolsarse dinero fácil. Nada de eso justifica, por supuesto, acabar con el derecho a la defensa (¿no debería revisarse el caso de los acusados de terrorismo?). Simplemente, resulta difícil aceptar que, entre tantas denuncias por prevaricación como se han presentado, solo haya habido un juez, Baltasar Garzón, que mereciera que le arranquen la toga. Queden tranquilos sus colegas del Supremo. Ya le han echado. Triunfó la justicia, a cualquier precio, deben pensar. Quede tranquilo Baltasar Garzón. Los ciudadanos no olvidaremos nunca la honda emoción que nos hizo sentir el 16 de octubre de 1998 cuando ordenó la detención del general Pinochet.

Pablo dijo...

Sobre la Justicia no se debe olvidar lo que dijo Pedro Pacheco en 1985, a propósito de la decisión de la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Territorial de anular la demolición del chalé del cantante Bertín Osborne.

De aquellos polvos, estos lodos.

¡¡Quillo, el cashondeíto ya no ze pué aguantá, ozú!!

Pablo dijo...

Para noticia curiosa, esta sobre el aeropuerto de Castellón.

Hay que derribar parte del aeropuerto para que los aviones que no tiene puedan hacer mejor las maniobras que ahora no hacen porque no hay aviones.

Pero por amor de dios, si llegase un avión, ¿no tendría todo el aeropuerto para él sólo? ¿Qué más da que quede el avión en doble fila?

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