En Riva di Garda íbamos a pasar 2 noches, la segunda de ellas con el grupo al completo. Recuerdo una primera cena en el albergue. Origen de la comida; los supermercados, por supuesto, que era lo más barato. Hasta que llegamos a Viena no nos permitimos ninguna alegría presupuestaria y subsistíamos a base de bocatas, fruta, latas y los desayunos de los albergues (cuando estaban incluidos).
Al día siguiente, en una hermosa mañana de verano fuimos a la playa, extrañamente solitaria para los estándares hispanos. Al poco tiempo: unas bonitos cumulonimbos y el sonido del trueno nos llevó a evacuar el lago con el tiempo justo de refugiarnos y ver caer una tormenta veraniega matutina. Quizá fuese esa la causa de la escasez de bañistas.
El día pasó sin mayores novedades. Bueno, hubo una bronca con un alemán/austriaco a cuenta de un helado con el que un miembro de la expedición manchó ligeramente al susodicho individuo. Quizá unas disculpas y no un tono altanero hubiese evitado la trifulca pero en fin, la barrera idiomática impidió que las cosas llegarán a más al no entender ninguna de las partes los insultos de la otra.
A última hora de la tarde se produjo el reencuentro con la unidad restante de la expedición. Pasamos otra noche de cena de super y abandonamos los Libs que llevábamos con nosotros desde España, al comprobar lo que pesaban y, sobre todo, que no habíamos mirado para ellos en todo el viaje.
PD. Me viene a la memoria haber cambiado cheques de viaje en Florencia, justo antes de ver el David de Miguel Angel. Estaba algo nervioso, mi firma tenía que coincidir, la había ensayado y era la primera vez que mi firma contaba para algo. En el interior de la sala del David no había demasiados visitantes. Me impresionó su tamaño y su perfección.
1 comentario:
No recordaba aquella degradación física prematura: ¡nos deshicimos de los Libs!.
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